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Nuestra historia comienza hace algún tiempo, cuando a tres amigos que se hablaban bastante por Internet pero poco en persona les asaltó una paranoia: podría morir alguno, y podrían pasar días, semanas, e incluso meses sin que ninguno de los otros se enterase. Sencillamente pensarían que no se conectaba por algo, o que no coincidían.
Así que uno de ellos, el más friki informáticamente hablando y al que llamaremos X0, decidió crear una pequeña aplicación on-line con la que se permitiese dar fe de vida. Era una página Web dentro de su propio blog en la que se podía dar fe mediante un código propio a cada persona, y a la vez se veía cuándo cada uno de ellos dio fe por última vez y cuánto tiempo hacía que lo hizo.
Y los tres vieron que esto era bueno. Así pasaron las mañanas, tardes y noches de los primeros días.
Pero con el tiempo, se fueron descuidando. Incluso la paranoica X1, que en un principio daba fe 57 veces por hora como media, se empezó a descuidar.
Ocurrió que a los 6 días, 6 horas, 6 minutos y 6 segundos de no dar fe por parte de X0 fue publicado un post extraño en su blog. Quien primero lo leyó fue la asustadiza X1, la cual, alarmada, fue a comprobar la página de fe de vida.
Y allí tenía X0 en su entrada 6 días, 6 horas, 6 minutos y 6 segundos; pulsó el botón de recargar varias veces, porque le dio muy mal fario, pero la misma entrada seguía ahí una y otra vez. El contador de X0 se había detenido.
Aunque estaba asustada, no hizo nada para comprobar si a X0 le pasó algo. Esperó durante interminables minutos hasta que por fin se conectó X2, y le contó lo sucedido. "No puede ser nada, si ayer hablamos con él por el Messenger", dijo X2. Dos días después, tras no ver durante todo ese tiempo a X0 por Internet, X1 y X2 decidieron ponerse en contacto con él, pero su móvil estaba apagado y nadie cogía el teléfono de su casa. Así que decidieron ir los dos personalmente a su casa el fin de semana, y quedaron el sábado. Pero con todo este lío, el trabajo y otras cosas, X2 se olvidó de actualizar su fe de vida durante 6 días, 6 horas, 6 minutos y 6 segundos.
El sábado, X1 espero hora y media antes de darse cuenta de que X2 no iba a ir; y también tenía apagado su móvil. A la vuelta a su casa, se dio cuenta de que el contador de X2 también se había parado en 6 días, 6 horas, 6 minutos y 6 segundos. "No puedo ir a la policía ni a nadie, no me creerían. Y si han desaparecido, yo sería la sospechosa" pensó X1 cargada de razón. Finalmente se armó de valor y fue a las casas de sus amigos.
Allí no había ni rastro. Los buzones tenían otros nombres, los vecinos no los conocían, y en sus casas no vivía nadie desde hacía mucho tiempo. Como si nunca hubiesen existido. Tampoco estaban en las listas de personas desaparecidas, guías de teléfonos o bases de datos a las que tenía acceso.
Por un lado, la mente de X1 deseaba dejar pasar 6 días, 6 horas, 6 minutos y 6 segundos sin dar fe para ver que sucedía, pero esa idea le aterraba por otro lado. Así que decidió dar fe tan a menudo como pudiese. Sí, eso haría, y no le pasaría nada.
Pero la siguiente vez que fue a darle al botón, algo pasó: no se actualizaba la página. Tampoco decía que el código personal estuviese mal puesto o que hubiese ocurrido un error. Sencillamente, el tiempo corría, inexorablemente. Y cada vez le quedaba menos tiempo. Pulsó otra vez, y otra, y otra... en distintos momentos del día, en distintos días... pero nada.
Y así, el reloj de la cuenta llegó a 6 días, 6 horas, 6 minutos y 6 segundos.
Me lo temía!
¡Reactiva la aplicación! ¡Todos pensarán que he muerto!
¿Y quién te dice que no lo has hecho ya, L?
De todas formas, este blog sólo lo miran 5 personas, aunque lo conozcan 7... o al menos eso me gusta pensar. En cualquier caso, ese "todos" viene grande.
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